domingo, 16 de julio de 2006

LA FAMILIA, ¿ES UNA HERMOSA REALIDAD?


Hay realidades humanas muy bellas y gratificantes. Podríamos hablar de tantas cosas, como la amistad, el trabajo fecundo y creativo, la esperanza ilusionada, la victoria deseada. Pero quizá la más hermosa es la familia, porque participa de todas estas gratificaciones que hemos dicho. La más hermosa y la más humana. Es un humanismo nuclear, fuente de humanismo y de humanidad. Es, está llamado a ser, laboratorio de personas, lugar privilegiado de crecimiento y formación, ámbito de convivencia y socialización. Pero los peligros que la amenazan son muchos, bien conocidos. Vivimos en un ambiente poco acostumbrado al sacrificio y al esfuerzo. Queremos las cosas enseguida y nos cansamos enseguida. La espera no llega a ser esperanza, por la impaciencia, y se convierte en ansiedad. Nos movemos compulsivamente y las motivaciones duran lo que el placer. Nos falta constancia. Nos faltan valores y nos sobran sensaciones. Nos falta fe. Añadamos los sufrimientos de tantas familias marcadas por la cruz de la enfermedad, de la pobreza, de la marginación, del desencuentro, del desamor; por los problemas que dan los hijos, por la carga de los abuelos, por tanta soledad…

Nuevas familias se han unido a las nuestras, las formadas por los inmigrantes, con realidades duras y difíciles, hijos que se quedan en su tierra de origen con los abuelos, mientras que sus padres o a veces solamente la madre, luchan por conseguir una vida mejor. Contemplamos día a día como llegan las pateras de África, seres humanos que huyen de la hambruna y la miseria. Decimos que “eso es insostenible”, exigimos soluciones a los gobernantes, pero a los cristianos se nos tiene que mover el corazón; recordemos Mt. 25,35 “Fui extranjero y me acogiste”. Es entones cuando la familia –iglesia doméstica- tiene que abrirse a los otros, para compartir y servir. Debe educar para la solidaridad, para el compromiso, para la liberación, para aprender a asumir los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los que sufren.

A pesar de todo, la familia sigue siendo lo mejor de nuestro mundo. Habrá que defenderla y mejorarla. Pero creemos en esas comunidades estables de vida y amor. Porque el hombre y la mujer están hechos para amar y para amarse, para crecer y para crear. Nuestra confianza no es sólo humana, se apoya en Dios, que nació y vivió en una familia humana. De esta manera sacraliza y sacramentaliza esta hermosa realidad, aportando más gracia y más presencia.

Cáritas-Parroquia de San Sebastián